A continuación os pongo un artículo que escribí hace un año:
Alimento que da Vida
Una reflexión sobre la comida y ciertos hábitos de vida. Su influencia en nuestra armonía interior y en el crecimiento espiritual.
Cuando era niña, ingería aquello que me gustaba, me daba mi madre o compraba en una tienda sin cuestionarme absolutamente nada de nada lo que esto conllevaba. Debía de comerlo y punto. No era cuestionable. Era algo que hacía porque sí, del mismo modo que se orina o se estornuda. Son temas que no te cuestionas.
La confianza en nuestros padres, el Estado, el sistema, los doctores, las empresas alimenticias, la cultura... era completa. No hacía que aflorase ni la más mínima duda o incertidumbre.
Sí, sabía que ingerir mucho azúcar, mucha sal y muchos fritos no era conveniente. Mi madre lo decía muchas veces y por ello, estos tres alimentos apenas se veían en nuestra mesa. Pero no tenía el concepto de que eran dañinos para la salud. Nada de lo que se vendía lo era. Tan sólo el abuso de ciertos alimentos o la forma de prepararlos. Pero... ¡Qué inocente era! O mejor dicho, ¡Qué inconsciente! ¡En qué mundo más reducido vivía!
Y es que, cuando se vive en la ceguera, las cosas suceden porque sí. Si uno, su pareja o sus hijos son alegres, tienen buena salud, no lloran, son atentos o son compasivos..., es porque tienen suerte. Y si tus padres, tú, tu pareja, tus hijos... sois rebeldes, de carácter huraño, poco solidarios, depresivos o enfermizos, es porque habéis tenido mala suerte. Como si nuestras emociones, salud y carácter dependiesen de una lotería caprichosa del azar.
En cambio, sí se acepta el concepto de que las drogas influyen en la salud, el carácter, las emociones e incluso, en nuestra capacidad física e intelectual. Y es que las drogas poseen diversas sustancias que producen ciertas reacciones bioquímicas en nuestro cuerpo ralentizándose con ellas nuestras funciones psicomotrices, creando euforia, activando las neuronas, potenciando los miedos, creando indiferencia, etc. Según la droga ingerida.
Pues bien, si nosotros "somos" bioquímica y todas las demás sustancias producen reacciones químicas, ¿No es admisible pues, el pensar que todo lo que ingerimos también provoca una reacción bioquímica en nuestro cuerpo, estimulando por tanto diferentes reacciones fisiológicas, emocionales, intelectuales y espirituales? ¿Que no son sólo aquellas a las que llamamos drogas las que lo producen? Pues todo alimento produce una reacción química.
Ahora bien, lo difícil sería el descubrir qué alimentos nos llevan a estados de salud fisiológica, paz interior, armonía, apertura extrasensorial, agilidad mental, etc. Pues, para averiguarlo con una certeza elevada, se necesitaría que un grupo amplio de humanos ingiriese tan sólo un alimento concreto por un periodo de tiempo, para que no pudiese haber confusión por interferencias con otros alimentos. Y... ¿Qué personas actúan así de buen grado, sin coacciones y sin esfuerzos mentales ocupados en intentar mantener a ralla sus ansiedades y deseos reprimidos? Poquísimos encontraríamos en toda la faz del planeta. Y es que el ser humano vive con los instintos atrofiados desde hace muchas generaciones. El comercio y los intereses de los comerciantes lo potenció.
Pero si una persona o un pequeño grupo de personas, por ejemplo, se retirasen de forma autosuficiente y en soledad por un año o unos años a la naturaleza para volcarse en su crecimiento interior, realizando un práctica de meditación intensiva, el primer mes y tal vez algo más se pasarían casi todo el tiempo libre que tuviesen comiendo. Y el resto del tiempo en que no estuviesen comiendo o meditando, no les apetecería hacer nada por sentirse apáticos y con frío o calor, según la temperatura. Pero poco a poco, según fuese haciendo mella la práctica espiritual en ellos y según fuesen desligándose de condicionamientos dañinos al no tener los estímulos que producen las películas, la TV, los Cds de música, los libros y revistas, anuncios, visiones de escaparates, casas de todo tipo, etc, iría cambiando su ingesta de comida a la par que su carácter, sus pensamientos, sus actividades y sus necesidades.
Se buscaría el trabajo mínimo. Es decir, tener un espacio habitable ajustable que requiera el mínimo esfuerzo de mantenimiento (calefacción, ventilación, reparaciones, limpieza, etc). Y este trabajo mínimo no sólo abarcaría al hogar, sino también al alimento. Vamos, que no harías cosas muy complicadas para tenerlo. Y lo más simple que menos energía requiere, es el recolectarlo e ingerirlo crudo. Así no hay que cocinar, ni limpiar, ni nada de nada. Y como no está cocinado, el alimento se mastica más, por lo que sacia el doble con menos cantidad.
Teniendo en cuenta ese instinto humano del mínimo esfuerzo que todos poseemos, uno recolectaría lo que ya hay antes que ponerse a cultivarlo ¿Quién no prefiere coger una manzana, una fresa o un tomate de algún árbol o planta ya crecida por sí sola en la naturaleza, antes que ponerse a plantarlo, atenderlo y esperar para poder recolectar? Si se plantan cosas, es sólo porque no las encontramos libres en la naturaleza, pues vivimos en un mundo atrofiado donde se intenta continuamente castrar a la naturaleza y privatizar sus dones. Exactamente lo mismo que hacemos con nosotros mismos y nuestras capacidades.
Otro aspecto que iría cambiando en nosotros, siguiendo con el ejemplo, sería el del silencio. Evitaríamos los ruidos y sonidos altos pues, o alteran (excitan las células) o desarmonizan, sacándote de tu estado de paz interior. Dejarías de hablar por hablar. Pasearías en silencio, trabajarías en silencio, comerías en silencio... gran parte del tiempo. Y para nada te sería aburrido, sino todo lo contrario. Pues en el momento en que uno deja de hablar y de escuchar, empieza a vivir la creatividad con fantasías e ideas armoniosas y productivas. Y a escuchar miles de sonidos que antes no escuchaba. Y ya no me refiero sólo al cántico de las plantas ante el roce de la brisa o a la voz de los animales y el sonido de su caminar por la vida, sino que comenzarías a escuchar la música que conforma todo. El sonido de la electricidad y la energía, algo parecido a lo que se llama cánticos de ángeles, gaitas, flautas, arpas... E incluso orquestas completas.
Sí querido lector. Me refiero a lo que, según culturas, se denomina Verbo, Música de las Esferas, Shabd, Shabad, Om, Hu, Maná, Espíritu Santo, Armonía del Cosmos, Música Universal, Logos, Palabra, Voz del Silencio, etc... Y una vez que empiezas a escucharlo, comprenderás que el silencio, en verdad no existe. Y que el único y verdadero alimento es esta música que nos llena de Vida, no necesitando nada más.
Pero ahí no se quedaría la cosa pues el ser humano, cuando de verdad vive la paz, la armonía y la salud, no se conforma con el mero hecho de vivir para sí mismo, perdiendo el tiempo o dejándolo pasar, sino que tan sólo quiere disfrutar de esa "otra vida" más plena, rica y llena de experiencias que te da la apertura de la consciencia, la práctica espiritual, el desarrollo de la extrasensorialidad y el escuchar la música de las esferas. Tan sólo quiere eso y disfrutar de su corazón cuidando del bienestar de toda criatura, sea del género que sea: humano, animal, vegetal y otras existencias ¡Qué hermoso sería el mundo si sus habitantes se permitiesen vivir así!
¿Y qué podemos hacer para ello que no sea retirarnos en soledad o semi soledad a la naturaleza? ¿Para vivir en ese estado de consciencia, paz interior, extrasensorialidad y sentido de la existencia? Pues por lo pronto y como mínimo:
Actuando así, siguiendo estos principios, te aseguro al 100% que tu vida se volverá más rica. Tu paz y armonía interior crecerá. Ingerirás cada vez menos alimento. Tendrás cada vez más salud física, psíquica, emocional y espiritual. Y tu corazón crecerá y crecerá con todo y hacia todo, llenándote de una calidez tal, que no sentirás necesidad alguna de nada.
Nuria Aragón Castro
Enero 2016
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