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El Sueño de Anami

ISBN 13: 978-84-8352-392-6
Madrid, España. 2011

Novela de Ciencia Ficción y Aventuras con temática de desarrollo personal y espiritualidad práctica.

Este libro estuvo muy poco tiempo en el mercado, pues salió con numerosísimas erratas y fallos de escritura, por lo que lo retiré de él y en teoría solo se pueden adquirir ejemplares nuevos solicitándomelos a mí o usados de segunda mano. Si te interesa adquirir alguno, puedes solicitármelo aquí.

Mi intención es reeditarlo como una saga, añadiendo bastantes cosas y quitando otras tantas y, por supuesto, sin erratas. Su mensaje y la historia que narra siguen pareciéndome fantásticos. Y es que, aunque el libro está escrito entre los años 2009 y 2011, en él aparecen numerosas reflexiones y respuestas desde la consciencia a esas situaciones cotidianas con las que nos enfrentamos cada día y hacen que pueda tambalear nuestra armonía interior. Digamos que es una especie de manual de vida, ya que por todos lados nos enseñan a ser inteligentes, sobrevivir económicamente y a realizar o a intentar realizar grandes logros en nuestras vidas, pero no tenemos ni idea sobre cómo manejar fructíferamente nuestros pensamientos y nuestras emociones, así como aquellas pequeñas inseguridades de las que no hablas con los demás. Y menos aún, a cómo actuar cuando te encuentras en una situación que no controlas o en la que interactúas con un mundo exterior que no te gusta o no conoces.

Como te he dicho, lo veo como un manual para el desarrollo de la consciencia interior a través de la espiritualidad práctica en el exterior.

Pero no te asustes si te rechinan las palabras espiritualidad o consciencia, pues puedes leerlo como una mirada completamente ajena a ellas y percibirlo tan solo como un libro de aventuras.

Es el libro que he escrito que más me ha llenado al hacerlo.
Si te interesa indagar sobre El Sueño de Anami, más abajo vas a poder ver y escuchar diversas entrevistas en las que hablo del libro y de la filosofía y temáticas expresadas en él, leer un pasaje, ver el mapa del mundo en el que se desarrolla El Sueño de Anami, disfrutar del que en su día fue su video tráiler, de su índice, de la contraportada y conocer dónde puedes obtener más información.

Comenzamos con esta vieja e interesante entrevista de siete minutos que me hizo Arnedo Televisión, en la que hablo sobre la historia de El Sueño de Anami, mi modo de entender la vida reflejado en el libro y ligeramente, sobre algunos de los otros libros que he escrito:

Si lo que prefieres es leer parte de una escena, aquí te pongo un trozo de la Parte II del Capítulo 5:

Una luz tenue acarició el rostro de Anami mientras ésta estiraba gozosamente su cuerpo. Se sentía algo decaída y confundida. Las palabras tenidas el día anterior con Orwell la habían afectado grandemente a pesar de ella considerarlas insignificantes. Se sentía desconcertada y algo deprimida.

Miró en su derredor y halló una amplia habitación con una gran cama con dosel en la cual estaba tumbada, una butaca, una cómoda con espejo y taburete, un perchero, una gran alfombra y un pequeño orinal de metal esmaltado.
Con la nariz arrugada se levantó dispuesta a entreabrir la puerta y mirar discretamente a través de ella, intrigada por saber en dónde se encontraba, pero a su paso por la cómoda decidió sentarse en el taburete para primero peinarse y arreglarse mientras reflexionaba el cómo actuar ahora. ¡Cual fue su sorpresa cuando encontró ante ella no a una rolliza gonu color marrón suave con rabo peludo, orejas de liebre y pelo pelirrojo y rizado sino a una escuchimizada Iris color azul celeste sin rabo, con finísimas orejas de soplillo puntiagudas y pelo rubio, liso y muy largo! ¡Casi la dio un paro cardíaco! Asustada y temerosa de sí misma se sentó en el taburete y se puso a toser forzada y artificialmente lo más escandalosamente posible que pudo, pues una vez leyó en un email que al hacer esto, al toser, provocaba fuertes contracciones musculares, muy eficaces en la interrupción voluntaria de un paro cardíaco. Tal fue su susto…

Entonces, entonces… No ha sido todo un sueño, expresó en voz ligeramente alta, con la nariz hecha completamente una pasa y medio llorando. No puede ser, tiene que haber sido un sueño, siguió insistiendo sobre sí misma. El rapto de mi hermana, Ninse, el entierro, Orwell, Lamaria… Entonces… todo ha sido realidad… ¡Horror! No, no puede haber sido realidad. Todo es un sueño muy vívido del que aún no me he despertado. Venga Anami, venga ¡levántate!, se dijo medio desesperada y a la vez no confiando
nada en lo que se decía a sí misma.

Anami quiso levantarse y salir corriendo del lugar como si de este modo pudiese huir de sí misma y de su situación, pero mientras se levantaba impulsivamente, la entró un medio vahído que la obligó a sentarse nuevamente para evitar la inmediata caída al suelo, manteniéndose ciega y al borde de la inconsciencia por unos cuantos segundos. Frustrada y desesperada, comenzó a sollozar cruzando los brazos sobre la
cómoda, agachando y apoyando su cabeza en ella. En estos momentos la hubiese encantado ser un avestruz. Mientras sollozaba, toda frustrada revivía en su memoria todo lo acaecido en los últimos meses, especialmente desde que se encontraba en casa de Lamaria con Orwell apoyándola y ayudándola. Orwell… ese ser tan extraño que
constantemente la decía cosas muy raras, visiones de la realidad muy extravagantes
pero a la vez muy lógicas que luego la mantenían reflexionando sobre ellas durante muchos días.

¿Y qué fue lo que me dijo ayer? apenas recuerdo nada, sólo que no me gustó e hizo que me sintiese y me sienta algo rabiosa hacia él… ¡Ah, ya! que soy una adicta… ¡de locos!, todo esto es de locos. No puede ser realidad, es imposible. Tengo que estar soñando sí o sí…, volvió a intentar auto convencerse. ¡Cuánto le gustaría ahora evadirse de la realidad!


Anami levantó su humedecida cara y se miró al espejo intentando reconocer algo de sí misma en él. Sus emociones eran contrapuestas. Por un lado, sentía un rechazo y una repulsa extremos a la imagen que divisaba frente a sí. Un sentimiento de rechazo y desprecio muy instintivo y estomacal acompañado de bastante ira. Por otro lado, si se proponía ser de verdad sincera consigo misma, tenía que reconocer que no veía que hubiese nada malo en el cambio, e incluso que ahora era mucho más luminosa, armoniosa y clara ¿cómo era posible que entonces se rechazase? ¿por qué se sentía molesta? Resultaba completamente incomprensible para Anami, como todo lo que la estaba sucediendo… Se sentía un personaje de ficción protagonista de algún juego de ordenador manejado por algún pirado.

Mientras Anami se mantenía ensimismada en sus pensamientos, Lamaria entró
sigilosamente en la habitación.

-Qué bien que te hallas levantado. Temíamos que el estrés emocional de todo por lo que estás pasando te hubiese roto por completo. Anoche nos diste la impresión de que ya estabas al límite y no soportabas más, expresó.

-Y es cierto, ya no soporto más, respondió Anami mientras se volvía hacia ella con los ojos completamente enrojecidos y algo hinchados por haber estado llorando.

-¡Oh no!, no… No te entristezcas mi amor, ya verás como pronto vas a descubrir lo bueno de todo esto. Ven, déjame que te peine.

Lamaria cogió un gran cepillo de madera que había sobre la cómoda tocador y se dispuso a peinarla mientras Anami cerraba sus ojos permitiéndose sentir un muy agradable y relajante hormigueo en su cabeza, gracias al ligero masajeo que le producía Lamaria al peinarla lo más dulcemente que podía. Y así, como una cachorra pequeña, Anami comenzó a sumirse en un estado placentero hasta que su mente lo
rompió bruscamente tras un ligero roce del cepillo en su oreja derecha.

-No, mejor no me peines, dijo rudamente mientras apartaba su cabeza y le quitaba el cepillo de la mano a Lamaria.

- ¿Por qué no? creía que te estaba gustando y te ayudaba a relajarte.

-Pero mis orejas… son tan finas y frágiles…

-¿Qué? ¿no quieres que te peine por tus orejas?, preguntó Lamaria sorprendida.

-Sólo me faltaría que se dañasen y empezasen a soltar una sangre de a saber qué color: negra, morada, verde o fosforito…, respondió Anami asqueada.

-Roja

-¿Qué?

-Roja. Nuestra sangre es roja, informó Lamaria con un tono algo cómico.

-Al menos todavía me queda algo normal, afirmó Anami mientras mostraba clara y abiertamente su frustración.

-Todo en ti es normal. La única diferencia es que antes te veías de otro modo y ahora te crees que eres otra, diferente, pero en realidad eres exactamente la misma. Lo único que ha cambiado es que ahora ves más partes de ti misma que antes no veías, le comunicó Lamaria mientras recuperaba el cepillo para el pelo.

-¿Qué antes no veía? ¡lo que no veo ahora es mi precioso y sensual rabo!, contestó Anami frustrada.

Lamaria medio riendo, la hizo una mueca con la cara a través del espejo como
diciendo
Ya ves, así es la vida y volvió a acariciarla el pelo mientras comenzaba a
peinárselo otra vez.

-No te preocupes. Nuestras orejas no son tan frágiles como parecen. Sí que son finas, casi transparentes, pero están hechas de un tejido cartilaginoso mucho más fuerte que muchas otras partes de nuestro cuerpo. No tengas miedo, relájate y disfruta, le aclaró con gran amor y ternura mientras Anami comenzaba a permitirse dejar llevar nuevamente por una muy agradable sensación de ser mimada.

Una vez ya relajada y descansada, Anami abrió más su corazón a Lamaria y la mostró
muy abiertamente sus sentimientos:

-Oh, me encantaría volver a la cama y dormir para no despertarme nunca más o para encontrarme horas después con la sorpresa de que nada de lo que ha sucedido y está pasando ha ocurrido en realidad. Quisiera que este último tiempo no hubiese sucedido jamás. Orwell y tú decís que ahora soy más sabia pero a mí me gustaba más antes, cuando era menos sabia. Se vive mejor cuando no se sabe. Por lo menos, antes me creía feliz. Ahora en cambio, me siento como si estuviese dentro de una pesadilla y me pregunto… ¿para qué entonces ser más sabia? Yo creía que la sabiduría daba felicidad, no que la quitaba… ¡Oh Lamaria!, ¿por qué me resulta todo tan complicado? No me gusta estar despierta. Quiero volver a dormir. Ir a la cama, meterme en ella, dormir y desaparecer…

-Mi amor…, comenzó a responderle Lamaria, ¿por qué dudas de ti?, ¿por qué luchar contra corriente, contra la vida misma? Tú sigues el ritmo natural de la vida. Más rápido que muchos; más lento que otros…, pero el ritmo de la vida, aquel que Sat, el Señor Supremo Verdadero te ha regalado…, le dijo muy suave, cariñosa y dulcemente. El problema es que cuando se aprende un conocimiento, éste siempre va
acompañado de un poder. Ahora ciertamente eres más sabia y por tanto hay más fuerza, más poder dentro de ti. La siguiente cuestión sería saber qué control tienes sobre esa fuerza interior que recientemente has acumulado ya que lo que suele suceder es simplemente que al principio no se sabe manejar satisfactoriamente. Solo con el tiempo y con mucha atención y energía extra se puede poco a poco entrenar ese poder hasta someterlo bajo tu control y dirigirlo hacia donde tú quieres. Y sí, eso es lo que te ocurre cariño mío: que no controlas esa gran fuerza y en vez de canalizarla hacia un estado de sabiduría y de emoción más excelso, la derrochas disparándola hacia todos los lados y especialmente, hacia la depresión. Es decir, hacia el hundimiento de tu propio barco…

Anami seguía sintiéndose descorazonada y no conseguía cambiar ese sentimiento. En cierto sentido entendía lo que Lamaria la decía pero en otro sentido, no entendía nada. Entendía sus palabras, lo que éstas significaban, pero no entendía el por qué de ellas, la relación de ellas con su persona, a qué venían… ya que Anami se encontraba en un estado tan negativo y con pensamientos tan negativos y desalentadores, que por mucho que escuchase y tuviese la llave de salida de su estado emocional en la mano, no veía ésta y seguía dando vueltas y vueltas sobre sí misma lamentándose, movida por una vanidad excesiva que no conseguía ver.
Al percatarse Lamaria de que por mucho que hablase con Anami ésta no parecía fuese a cambiar su estado o a escucharla verdaderamente o a probar sus consejos, decidió ofrecerla marihuana para “adormecerla”, buscando con ello el que pudiese tener por lo menos un rato agradable. Anami no supo qué contestar, y por ello pasaron algo más de dos minutos en un silencio muy incómodo.

-¿Quieres un poco? Te ayudará a relajarte y sentirte bien, volvió a ofrecerle Lamaria
con una amplia sonrisa y un peta sin encender en su mano izquierda recién sacada
del bolsillo de su larga falda.

Anami seguía insegura y sin responder más allá de mostrar una nariz arrugada. Su mente recordaba raudamente la conversación tenida con Orwell la noche anterior sobre diversas actitudes o “juegos” que hace Lamaria y la ayudan a tener esa energía magnética tan especial pero que según Orwell, realmente la estaban retrasando en su camino hacia la sabiduría, como si fuese un pez atrapado en una red trampa que no le permite ir más lejos de lo que la red abarca. Anami aún no comprendía bien lo expresado por él y seguía sintiéndose ofendida porque la llamó “adicta”, pero no podía evitar cierta sensación de respeto hacia Orwell, así como cierta confianza en que siempre que hablaba, lo hacía con algo de sabiduría que ella debería de esforzarse en encontrar. Por ello Anami no quería responder a la ligera. Su mente inmediatamente respondió un “sí” y la estimulaba a estirar la mano y cogerlo, pero pensó que lo mejor
sería reflexionar antes, pues tenía la experiencia de que todo aquello de lo que hablaba Orwell siempre se merecía por lo menos un poco de reflexión. Tan segura estaba de que él jamás hablaba palabras vanas…

-¡Jo! ¡No vale! ¿Por qué me habrá hablado tan duramente Orwell de lo que hace Lamaria?, pensó para sus adentros. Ahora no puedo aceptar. Si acepto, me siento mal, siento que hay algo que no estoy haciendo correcto o positivo para mí, aunque no tengo ni idea de por qué ni de qué. Y me gustaría tanto irradiar esa energía que irradia Lamaria… ¡Qué rollo! ¿Por qué no se estará callado ese tío? Anami arrugó extremadamente su naricilla mientras reflexionaba.

-¿Qué significa eso? ¿qué sí? ¿qué no? Venga anda, no seas aburrida, disfruta de la vida. Total, son sólo cuatro días, preguntó y estimuló Lamaria insidiosamente y con una amplísima sonrisa en su cara.

Este ligero comentario fue la gota que necesitaba Anami para decidirse en su balanza. Lamaria hablaba de disfrutar de la vida pero Anami estaba súper segura de que Lamaria apenas tenía ni idea de lo que era realmente ser feliz, de la felicidad verdadera, profunda, constante y eterna, de la felicidad interna, no de la estimulada por una acción, palabra, ser o algo agradable venido de fuera de uno mismo. En cambio, Orwell sí parecía poseerla y sobretodo Anami se daba cuenta de ello cuando le miraba profundamente a los ojos.

-No gracias, no me apetece, contestó al final en un tono algo bajito.

-¿Por qué no? ¡Venga! Ya verás como nos lo pasamos muy bien. No seas aburrida.

-He dicho que no quiero, gracias, contestó ahora firmemente, ya segura de sí misma mientras la miraba con ojos asesinos.

-Ok, ok. Tampoco es para tanto. Yo sólo quería animarte un poco, dijo Lamaria a la defensiva mientras levantaba las manos como si un prisionero de una película del oeste se tratase.

-Y te doy las gracias por ello, pues lo has conseguido, contestó Anami muy animosa y llena de chispa. Y es que, el haber conectado nuevamente consigo misma junto con la alegría innata a haber tomado la decisión más acertada con firmeza y seguridad, la habían cambiado por completo el estado de ánimo.
Anami se hizo en su mente la firme promesa de hacer a partir de ahora, uso de su autodisciplina para probar lo más fielmente posible el camino a seguir que Orwell la había y la estaba mostrando cada día. Quería asegurarse de si de verdad era el camino más acertado y si funcionaba. Ya tendría tiempo en el futuro de fumar marihuana, en caso de haberse equivocado de camino.

-¿Quieres quedarte sola?, preguntó Lamaria muy discretamente.

-No. Me apetece salir al patio y comer algo contigo y con Orwell ¿Él aún está aquí?, preguntó con un gran sentimiento de amor y respeto hacia él.

-Sí, aquí sigue. Vamos, tengo preparada una deliciosa paella vegetariana y un bizcocho de chocolate que no lleva huevo.

-¡Genial! porque tengo un hambre…
Una vez ya en el patio, Anami se encontró con Orwell sentado en una confortable silla.

-Tengo algo que decirte, Orwell.

-Sí, ya sé. Ha llegado el momento de la nueva búsqueda, le respondió Orwell sin darla tiempo de hablar.

-¡Oh!… se me había olvidado, expresó Anami mientras se llevaba la mano a la cabeza y ponía cara de exasperada. Tú siempre sabes lo que pienso incluso antes de que lo piense.
Orwell respondió con un simple gesto facial lleno de inocencia, complicidad y picardía.

-Sí. Ya no quiero seguir por más tiempo aquí. Quiero adentrarme en el Circo de Sasta y encontrar el único icono existente de Sat, el Señor Supremo Verdadero.

-Me alegra ver que ya tienes más energía y que aprovechas ésta para proseguir tu búsqueda, le contestó Orwell en un tono muy paternal. Entre hoy y mañana prepararemos el equipaje para que pasado podáis salir.

-¿Podáis? ¿Qué quieres decir con podáis?, preguntó Anami algo temerosa y desconcertada. ¿Acaso tú no vienes? ¡No puedes faltar! No me dejes sola, ¡tienes que venir!

-No, no te dejo sola. Irás con Lamaria y con uno de sus amigos. Ya te dije que yo siempre voy a estar muy cerca de ti, siguiendo tus pasos, pero eres tú la que tienes que darlos.

-Ya, puedes expresarlo como quieras, pero la verdad es que te rajas y me dejas sola y colgada ¿Es por aquellas voces que antes de marchar de casa me decían que solo podía hacer el viaje sola?

-Si fuese así, no habría dicho podáis, contestó Orwell.

¿He de tomarme eso como una ofensa personal?, preguntó Lamaria mientras aparecía con una gran paella en sus manos. ¿Acaso me he convertido como por arte de magia en la mujer invisible?, preguntó algo ofendida directamente a Anami.

-No, no es eso. Es que…, es que…, balbuceó ésta.
-Es que estás empezando a cogerme cariño, pero todavía no confías del todo en lo que te digo y temes que desaparezca, afirmó Orwell muy cariñosamente mientras la elevaba su barbilla para estimularla a que le mirase a los ojos y percibiese su tremendo amor y sinceridad en todo lo que decía y sentía. Sí Anami, voy a seguir muy cerca de ti todo el trayecto hasta que encuentres y rescates a tu hermana gemela Mani. Aunque tú no siempre me puedas ver, yo sí que te estaré mirando.
Anami sintió un calor infinito en todo su ser y con una fuerza nueva y animosa sintió un deseo increíble de echarse a los hombros de Orwell y abrazarle.
¡Autocontrol!, escuchó en su mente, por lo que se contuvo, aunque no sin grandes esfuerzos.

Tras terminar de comer y llevar un par de horas con los preparativos del viaje, Anami se retiró a su cuarto a descansar por un rato. Se sentó en la cama en la postura de loto, con las piernas dobladas y cruzadas sobre sí de tal modo que cada pié se encontraba sobre el muslo de la pierna contraria, manteniendo la espalda completamente recta, aunque apoyada ligeramente en la pared. Una vez ya relajada, se quedó medio transpuesta.
De repente, Anami se vio a sí misma frente a sí. Sí, había dos Anamis idénticas, ambas sentadas exactamente en la misma postura y con las mismas ropas, enfrentadas entre sí, como si un espejo hubiera entre ellas, pero sin haberlo. Ambas se encontraban elevadas a unos treinta centímetros de la cama, flotando en el aire, levitando. Pero esto no fue lo que más le sorprendió a Anami. Lo que a Anami le sorprendió mucho fue el verse a sí misma repetida, el verse doble. El tener frente a sí a otra Anami
completamente igual, pero con un rostro bastante más duro y masculino. Muchísimo más oscuro, como si fuese ella misma pero mucho más “sucia” y enfadada.
Fue un tremendo impacto para Anami el verse más fea de lo que se auto consideraba, y no me refiero a esto por las diferencias de la apariencia física entre la tribu Iris y la Gonu, pues Anami comenzaba ya a acostumbrarse y a valorar su nuevo aspecto. Me refiero al encontrar frente a sí a la misma Iris que veía cada mañana en el espejo, pero con una apariencia muchísimo más fea que con la que se encuentra normalmente al levantarse.
Esos sentimientos de sorpresa y susto al verse Anami mucho más fea y
sucia de lo que se creía, fueron los que la hicieron salir de ese estado o percepción especial en el que estaba y volver a encontrarse sola, sentada sobre la cama con la postura de loto, mientras escuchaba desaparecer de seco el sonido de una gaita venida de ningún sitio y que debió de estar ahí cuando se miraba a sí misma, a su doble, aunque no se percatase de ello en ese momento.

Con la nariz arrugada, Anami rompió la quietud de su cuerpo y girando la cabeza miró en su derredor, intentando con ello conseguir vanamente pistas que la llevasen a comprender lo que acababa de sucederle. El tan solo y simple hecho de girar la cabeza le supuso un esfuerzo enorme. Para ello, tuvo que centrar toda su atención en el movimiento y con esa energía extra, consiguió mover a duras penas la que se le antojaba muy pesada y a la vez inexistente cabeza. Se mantuvo en la misma posición unos minutos más, intentando reflexionar sobre lo que la acababa de ocurrir sin llegar a ninguna respuesta concreta, ya que no conseguía averiguar quién de las dos Anamis que había visto era realmente ella y quién era la otra, la que estuvo frente a sí. Si ella era la otra ¿Cómo había sido posible que se viese desde fuera con otros ojos? Y si ella era la que miraba ¿Quién narices era ese otro ser idéntico a ella, reflejado en una especie de espejo inexistente, pero al que podía también sentir como si fuese ella misma? En aquel instante, Anami miraba desde una de las dos Anamis enfrentadas, pero a su vez observaba lo que veían las dos. Del mismo modo se sentía ser ambas, como si las dos formasen parte del mismo ser. Algo desconcertada comenzó a enfadarse consigo misma, por esta especie de trabalenguas sentido en el que se encontraba, por lo que optó por volver a donde Lamaria y Orwell, para despejarse la mente y no creer que estaba comenzando o que ya había llegado a volverse loca.
Cuando Anami entró abruptamente en la sala, lo hizo con un exceso de energía que acababa de conseguir al verse doble, sin ser consciente de ello. Orwell, Lamaria y Jisto se volvieron al unísono hacia ella.

-Vaya, veo que el tanque ya ha repostado gasolina, expresó Orwell con un tono burlesco.

-¿Y con ella es con quien tengo que ir de viaje? ¿Cómo voy a hacer para pararla cuando tenga el acelerador metido? ¡Si atropella de tal modo que te sientes violado!, preguntó Jisto a la vez que hacía gestos muy chocarreros y desagradables.
Lamaria se percató de la incomodidad sentida por Anami y sintiendo compasión por ella, probó a suavizar las cosas:

-No es ningún tanque, ni viola ni atropella. Solo es mi amiga Anami y yo soy la que se va muy contenta de viaje con ella, pues me deja acompañarla. Si tú no quieres venir o si ella no te gusta, no tienes por qué hacerlo, continuó mientras miraba muy agresivamente a Jisto. Me da igual que lo apruebe Orwell o no. No necesitamos a ningún macho a nuestro lado, terminó por decir muy despectivamente.


Anami se sentía incómoda. No sabía dónde meterse ni entendía a qué venía ahora todo eso. Ella sólo había abierto la puerta y entrado en la sala sin más. Ni tan siquiera había mencionado una sola palabra.

Ven Anami, siéntate aquí, propuso Orwell mientras señalaba un amplio hueco del tresillo en el que él se encontraba sentado.
Anami se acercó a él algo insegura y con su nariz ligeramente arrugada. Se sentó muy modestamente.

-Anami, este macho cabrío es Jisto. Él es nuestro compañero de viaje, enunció Lamaria mientras Jisto se levantaba de su sofá y la daba la mano en señal de paz y amistad. Y no te preocupes, aunque parece un macho cabrío enfadado, en realidad es un tontorrón, terminó por decir mientras le sacaba la lengua risiblemente.

Jisto no pudo enfadarse ante la actitud de Lamaria, ya que ésta actuó tan jocosamente que distendió la tensión creada y todos sonrieron. Aún así, a Anami no le hacía mucha gracia la idea de partir de viaje con Jisto a una aventura que la resultaba tan difícil para sus emociones, dada la gravedad del caso y las posibles consecuencias, si no lograba encontrar y superar las pruebas que la llevarían a rescatar de sus secuestradores a su deforme y loca hermana gemela Mani. Una ola de nostalgia añorante recorrió el cuerpo de Anami. Se sentía mal consigo misma por no ser capaz de recordar el rostro de su hermana. Sí, recordaba muchas, muchísimas escenas y conversaciones diversas, momentos compartidos en común y sobretodo, reproches, maltratos y desprecios por parte de ella hacia Mani. Pero lo que Anami no conseguía visualizar a pesar de cerrar sus ojos y poner su máximo esfuerzo en ello, era el rostro de su hermana, su físico. Tan poca atención la había prestado durante

todos estos años… Quiso justificarse en que era porque Mani era físicamente deforme y la mente recuerda con más nitidez imágenes hermosas y recuerdos agradables que la imagen de un ser completamente feo y horrible, como era la de su hermana gemela Mani. Una lacra no solo para Anami y su familia, sino para todo el pueblo.
Un carraspeo de garganta intencionado y realizado por Orwell sacó a Anami de su ensimismamiento. Ésta abrió sus ojos color caramelo y frente a ella halló a un Jisto mucho más inseguro de lo que había mostrado hasta ahora. Se encontraba de pies ante ella, con el rostro completamente sonrojado y una mano temblorosa extendida, esperando la suya. De vez en cuando miraba a Lamaria o a Orwell de reojo buscando una propuesta respecto a cómo actuar ante una Anami que le estaba ignorando por completo. Al darse cuenta, Anami se puso de pies inmediatamente y chocó su mano con la suya agitándola enérgicamente.

-Encantada Jisto. Yo soy Anami, expresó muy sonriente y como si fuese el primer segundo de su encuentro con él.
Una vez hubieron vuelto cada uno a sus asientos, Anami se permitió fijarse un poco más en él. Ya que iban a viajar juntos, mejor saber lo más posible sobre sus acompañantes.
Ahora que le miraba más, la dio la sensación de que ya le conocía, de que le había visto antes. Tal vez ha sido alguno de los que venían a hurtadillas muchas noches para divertirse con Lamaria en la cama, pensó para sus adentros.

Jisto era un Iris unos cinco centímetros más alto de lo normal entre su raza. Cinco centímetros a nosotros pueden parecernos muy poco, pero para un Iris que como mucho mide un metro veinte, tener cinco centímetros más puede suponer sobresalir mucho.
Jisto tendría unos veintisiete años y el color de su piel, al igual que el de todos los miembros de la tribu Iris, era de un azul celeste muy suave. Sus orejas, como las de Anami ahora, eran puntiagudas, de soplillo y muy, muy finas.

Todo en él era muy delgado y fino: sus manos, sus pies, su rostro, su cuerpo… Su pelo, al igual que el de Lamaria y el de todo Iris, era de color rubio dorado, liso y muy largo, llegándole a él justo por encima del trasero. Jisto se había hecho con él un moño alto, enrollándoselo y sujetándoselo con una larga astilla de madera.
Vestía muy fino, elegante y algo hippie. Llevaba un traje chaqueta de lino blanco con una camisa de raso color amarillo con pequeños lunares verdes. Le acompañaban al traje unas sandalias color verde jazmín, verde vivo, con cordones atados hasta la mitad de la pantorrilla.
Anami le observaba con atención. Durante prácticamente todo el tiempo que estuvieron juntos, Jisto tenía su mano derecha dentro del bolsillo del pantalón. A Anami le daba la impresión de que la tenía siempre ahí para darse calor o acariciarse el miembro o el vello púbico. También, varias veces Anami
pilló a Lamaria y a Jisto haciéndose mutuamente insinuaciones sexuales.

Tras los cuatro cenar juntos, Anami se levantó para ir a su dormitorio a acostarse. Jisto salió del salón casi al unísono para ir al baño, y en el trayecto que hicieron en común por el pasillo, le preguntó a Anami:

-¿Eres tú quien me rechaza tal y como siento, o soy yo quien te rechaza y por eso siento que me rechazas?

Anami se quedó completamente descuadrada. Estaba claro que ambos sentían una especie de rechazo mutuo, pero para nada se esperaba una pregunta así de abierta, directa y sincera.

-Me has postrado, respondió. Ahora sí que no voy a poder dormir, terminó de decir. ¿Por qué nos complicaremos tanto la vida con preguntas así?, se auto preguntó con semblante pesado más tarde, cuando ya se encontraba a solas en su cuarto.

A continuación, te añado el mapa del mundo El Sueño de Anami:

El que en su día fue el vídeo tráiler anuncio del libro:

Una entrevista para Radio Arnedo Cadena Ser F.M. 95.2 que me hizo en el año 2011
Verónica. En ella hablo sobre mi recorrido personal culminado en el libro, los temas del
día a día que trato en él y al final, un poco de uno de los Encuentros de Amor y Vida
que organicé. Es un vídeo de solo voz:

Para acabar, aquí tienes el índice del libro y su contraportada:

  • Índice
  • Capítulo 1: Un Día Con Anami
    • Parte I: Presentación De Anami
    • Parte II: Cambio De Actitud
    • Parte III: Vaya Sorpresa
    • Parte IV: Amistad
    • Parte V: Relax
  • Capítulo 2: El Sueño De Anami
    • Parte Única: La Historia De Vassi
  • Capítulo 3: El Rapto De Mani
    • Parte I: Un Hogar
    • Parte II: El Parto
    • Parte III: El Regalo
    • Parte IV: Muerte Inesperada
    • Parte V: Creciendo Con Desavenencias
    • Parte VI: El Rapto
  • Capítulo 4: En La Tierra De Pirés
    • Parte I: Ninse
    • Parte II: Volviendo Al Lugar Del Delito
    • Parte III: La Llamada
    • Parte IV: Preparándose Para El Viaje
    • Parte V: La Partida
    • Parte VI: Llegada A La Tierra De Pirés
    • Parte VII: El Misterioso Islote
    • Parte VIII: La Cueva Del Islote
    • Parte IX: La Captura
    • Parte X: El Entierro
  • Capítulo 5: En El Circo De Sasta
    • Parte I: Lamaria De Los Pinos Menores
    • Parte II: Renegando
    • Parte III: Jisto Y Orwell
    • Parte IV: Presencias Extrañas
    • Parte V: La Salamanquesa Pini
    • Parte VI: Pluma Blanca Y Su Tribu
  • Capítulo 6: En La Tierra De Palún
    • Parte I: El Buitre Leonado
    • Parte II: La Familia Vesga
    • Parte III: El Abuso Y La Anciana
    • Parte IV: Iunde, Juga Y Uma
    • Parte V: Reptando
    • Parte VI: La Gran Sala
    • Parte VII: ¿Vive?
    • Parte VIII: El Vuelo
  • Capítulo 7: Viaje A Celamine
    • Parte I: Transformación
    • Parte II: Rememorando
    • Parte III: ¿Rechazo O Aceptación?
    • Parte IV: ¿Comida?
    • Parte V: En La Cama
    • Parte VI: El Cachorro De Dragón
    • Parte VII: Amigos
    • Parte VIII: El Misterio De Xchimnyursedljbo
    • Parte IX: Sanaciones
    • Parte X: Atrapada
    • Parte XI: Los Cazadores Vivisecionistas
    • Parte XII: Meganel
  • Capítulo 8: Viviendo En El Desierto De Zicanxollegue
    • Parte I: El Oasis
    • Parte II: Alpiminio Mirandro
    • Parte III: Rengo Se Abre
    • Parte IV: El Butacón
    • Parte V: La Ciudad De Zicanxollegue
    • Parte VI: El Entrenamiento
    • Parte VII: La Espada Del Ángel
    • Parte VIII: El Colgante
    • Parte IX: La Despedida
    • Parte X: La Anunciación
  • Capítulo 9: Entrega
    • Parte I: La Comunidad De Trunqui
    • Parte II: La Ronda
    • Parte III: El Ministro
    • Parte IV: La Reprimenda
    • Parte V: La Discusión
    • Parte VI: El Boomerang
    • Parte VII: Terminada La Instrucción
    • Parte VIII: Inestabilidad Emocional
    • Parte IX: El Unicornio Blanco
    • Parte X: La Superación
    • Parte XI: Vuelta Al Origen
    • Parte XII: El Exorcismo
    • Parte XIII: Reencuentro
  • Capítulo 10: El Espejo
    • Parte Única: Igualdad
  • Capítulo 11: Consciencia
    • Parte I: El Despertar
    • Parte II: El Libro
    • Parte III: Viéndose
  • Glosario
  • Biografía de la Autora

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