Respuesta a: Sentimientos al andar descalza
Bueno, yo no diría que es tonto tener vergüenza al ir descalzo por la calle. Más bien me parece un mecanismo normal de auto protección pues cuando mostramos marcadamente una diferencia externa respecto a los demás miembros de nuestro entorno, lo habitual es que surja una reacción muy intensa por parte de éste.
La cuestión aquí sería el tener siempre muy claro, ser conscientes, del por qué actuamos de un modo o de otro (gusto, comodidad, salud, educación, rebeldía, ego de llamar la atención, etc.) Por supuesto, por mi parte, he pasado por muchas razones diferentes a lo largo de los años.
Actualmente sigo prefiriendo el ir descalza. Doy prioridad a esa gran comodidad y liberación que siento en mis pies a los comentarios o posibles pensamientos de los demás. Pero, sin embargo, ahora me calzo cuando está prohibido estar descalzo en ese lugar o es exigido el calzarse como puede ser por ejemplo en los transportes públicos, en los grandes centros comerciales, al conducir, etc. (Antes decidía no hacer uso de esos servicios o usarlos descalza hasta que me echasen del sitio o me demostrasen con papeles legales la exigencia de ir calzado en él)
Y por supuesto, si he de estar todo el rato poniéndome y quitándome el calzado por estar entrando y saliendo a estos sitios, me calzo y me dejo de complicaciones pues me resulta mucho más incómodo y antinatural el "poner y quitar" 4, 6, 8, 10 veces a lo largo del día o del medio día.
También, si voy a casa de mis padres, de sus amigos o de familiares, me calzo única y exclusivamente por respeto hacia mis padres. Por no querer ofrecerles una situación incómoda para ellos pues priorizo el que puedan sentirse en armonía. Así todos ganamos pues valoro más la armonía entre nuestros corazones, emociones y mentres que el tener unos pies sufridos o liberados. Aquí, hace años, pensaba del modo "Han de aceptarme como soy"; "He de ser sincera"; "Si me aman de verdad, no me pueden negar algo que es tan importante para mi"; etc. Es decir: pedía pero no daba. Exigía pero no entregaba. Criticaba la separación cuando era yo la que la creaba o alimentaba. Criticaba el erróneo orden de prioridades del otro cuando el mío de seguro sí que era erróneo...
Y a veces hago lo mismo por mis hijos ya que ellos aún no tienen esa exencia de la vida que les permita moverse libremente.